UCELCA se suma un año más, este 2 de abril, al homenaje de todos los argentinos a los veteranos y caídos en la guerra de Malvinas, en el aniversario número 41 de este hecho histórico.

Y lo hacemos con unas palabras del cantautor Bruno Arias, extraídas del tema «Hermanos de Malvinas».

Una de las maneras para expresar nuestro respeto y admiración para quienes combatieron en las islas, para aquellos que dieron soporte sanitario y logístico desde el continente, y para los que quedaron eternamente como centinelas en Malvinas, recordándoles al mundo que son argentinas.

Como parte también de este homenaje, reproducimos en esta nota, un texto descriptivo de la llegada el año pasado a Puerto Argentino del periodista cordobés Sergio Suppo, donde hace referencia al paisaje natural, urbano del lugar y a la calidad de vida actual de los isleños.


«Malvinas, el lugar más amado y desconocido por los argentinos»

«Llegamos a Puerto Argentino a eso de las 17.30. El ingreso es por el sur, hacia la bahía de Stanley, a lo largo de cuya costa se extiende todo el pueblo, que mira hacia el norte.

Algunos de los que llegan por primera vez se asombran de que no se note la abundancia que debería mostrar la población, beneficiada con uno de los ingresos per cápita más altos del mundo. Se trata de un poblado, una pequeña ciudad, sin ostentaciones. La mayoría de las viviendas, hechas con construcción en seco, se ven cómodas y bien terminadas. Aun las más humildes, por calificarlas de algún modo, no son precarias.

Las más antiguas son de estilo inglés; las más modernas, tipo americano. Todas cuentan con un porche cerrado para frenar el impacto del frío y el viento. La gente deja allí sus zapatos, para no ensuciar las alfombras. En los jardines siempre hay un tanque de kerosene, que se importa desde Gran Bretaña y sirve para calefaccionar. Por eso en las calles suele haber un leve olor a kerosene, apenas perceptible, que muchos argentinos tienen guardado como un recuerdo de infancia.

En algún sector un poco más apartado de la ciudad se ven casas más grandes, más cercanas a lo que puede encontrarse en un barrio cerrado o un country en cualquier ciudad, pero ninguna mansión. Excepcionalmente, aparece alguna que otra vivienda en mal estado o descuidada. Son aquellas que recuerdan que hubo en estas islas un tiempo previo a la guerra, de mucha menor prosperidad y de una obligada austeridad.

Si tuviéramos que juzgar a una sociedad por sus viviendas, la de las islas parecería bastante igualitaria, según nuestros parámetros. En las redes y en algunas notas periodísticas se pueden leer opiniones de isleños que no creen que sea tan así.

En lo que más paridad hay es en los vehículos: en todas las cocheras se ven camionetas 4×4, más viejas o más nuevas, desde las muy inglesas Land Rover hasta el último modelo japonés, ya que fuera de la ciudad y salvo por un par de rutas, los caminos son de tierra o directamente no hay caminos. Hay pocas cocheras cubiertas, señal de que no cae granizo ni tampoco mucha nieve.

El auto es fundamental para salir a la calle porque si bien el pueblo es chico, es mucho más largo que ancho. Entre un extremo y otro hay más de diez kilómetros. Una caminata en invierno con viento, lluvia o nieve es inviable en esas condiciones.

No hay árboles nativos en las islas. Los pocos que se ven pertenecen a una especie de pino que crece inclinado hasta lo imposible por el viento. A duras penas logran sobrevivir al clima y a la pobreza del suelo. Nos habían dicho que había algunos intentos de forestación. Lo veríamos en un par de días, durante el viaje a uno de los campos de batalla»

Para seguir leyendo esta crónica clic aquí


UCELCA – Cadena 3